Miguel Berbel Vera.
Nací en 1961 en Belerda, pueblo troglodita situado al norte de la provincia de Granada.
Me crie en el barrio de la Chana de la capital granadina, al que mis padres emigraron cuando yo contaba con 6 años de edad. Realice estudios de Formación Profesional en la rama sanitaria, aunque nunca ejercí.
Mi vida laboral comienza con 17 años realizando trabajos de temporero en el campo, como emigrante en la vendimia, en la venta ambulante, regentando después como autónomo una floristería durante unos años. Mientras, participo activamente en el movimiento vecinal y juvenil que transcurre durante finales de los años 70 y la década de los 80, coincidiendo con la transición española de la dictadura franquista a la democracia. Entre tanto, me formo como animador sociocultural en cursos de educación no reglada y en la experiencia de la actividad social.
En los años 90 desarrollo trabajos como dinamizador social y cultural para los ayuntamientos de Granada, Albolote, Peligros y Maracena, en el que realizo tareas de coordinador en las áreas de cultura y juventud.
Tras estas labores en la administración pública, desarrollo un proyecto más personal, presidiendo la Asociación Sociocultural Vaivén Paraíso y, desde ésta, poniendo en pie el año 2000 el Museo Cuevas del Sacromonte. Durante este tiempo me traslado a vivir al Albaicín y desarrollo mi inquietud artística con un grupo de amigos, realizando distintas actividades y exposiciones (fundamentalmente de fotografía) en el barrio, construyendo un espacio de encuentro que mantenemos vivo a día de hoy que denominamos 5 en la higuera en honor al número de personas que comenzamos y al mítico bar del barrio que nos ofrecía su espacio.
En el año 2018 conozco a Juan Antonio Haro, hombre polifacético, humanista, poeta, escultor de calabazas y visito su huerta en el pueblo de Nigüelas, conozco su obra y me ofrece semillas con las cuales emprendo un nuevo camino artístico que compatibilizo con mi actividad laboral. En Noviembre del 2022 decido dar un nuevo paso para dedicar mi tiempo a cuidar el Vergel y afianzar como mi elemento de expresión artística la agroescultura.
He participado con mis agroesculturas en varias exposiciones colectivas (años 2020, 2021 y 2022) del festival de solidaridad «Help me pelase» donando obra para sus causas y realizadas en las galerías Arrabal & cia y la Empírica.
De manera más particular he expuesto en el Centro de Actividades Comunitarias Albaicín en Mayo de 2021 acompañado del fotógrafo Jesús Páez y en Enero de 2023 junto a los fotógrafos Antonio López, Juande Jiménez y, nuevamente, Jesús Páez, miembros el colectivo «5 en la higuera».
AGROESCULTURA. ARTivismo eco social.
Escultura contemporánea orgánica con calabazas.
El arte y la naturaleza siempre nos devuelven la mirada al interior de nosotros mismos; a reconocernos como el animal que nunca hemos dejado de ser y a mostrar nuestra capacidad de ensoñación y abstracción para cuestionarnos e interrogarnos. Son una profunda fuente de inspiración en la elaboración de un pensamiento vinculante con nuestra memoria biológica y cultural, que nos lleva a tomar conciencia sobre nuestras acciones y sus consecuencias, mostrando nuestras preocupaciones sobre la realidad en la que nos encontraremos inmersas. Un rito mágico y arcaico, de cuestionamiento y curiosidad, que se viene produciendo desde nuestra estancia en las cavernas, como así lo atestiguan los numerosos análisis y estudios realizados por la ciencia y los hallazgos arqueológicos encontrados en estas. Siendo posible que en algún lugar del mundo la calabaza nos acompañara como utensilio doméstico, recipiente o instrumento musical.
Hoy, en el «Capitaloceno» que nos describe el filósofo y crítico de arte Nicolás Bourriaud o desde las reflexiones de, entre otras pensadoras, la activista ecofeminista Yayo Herrero, se nos demuestra como desde nuestra cultura occidental-antropocéntrica, es muy significativo el impacto global que tienen nuestras actividades sobre los ecosistemas terrestres, rebasando los límites de lo sostenible; la automatización de nuestras actividades, el desapego a la naturaleza, el auge de las nuevas «tecnologías», las industrias petroquímicas, la emisión de gases contaminantes, la extracción masiva de materiales fósiles irrecuperables, una agricultura agroquímica y ganadería industrial, la sobreexplotación de los mares… Un impacto generado por la acumulación de la riqueza cada vez en menos manos y más codiciosas, que hacen gala de un consumo obsceno y una obsolescencia programada, que el planeta no tiene capacidad para digerir y regenerar. Encontrándonos inmersos en una espiral de desarrollo capitalista insostenible, generador de una desigualdad e injusticia social que desangra, contamina el planeta y a la humanidad con la aparición y mutación de nuevos virus. Una deriva económica neoliberal, desbocada, provocadora del cambio climático, del que es responsable este sistema económico y social como nos señala la ciencia, pero que nos impele a cada persona a actuar individual y colectivamente.
Al abrir nuestra mirada más allá de una visión extractivista, con respeto y admiración, por los ecosistemas terrestres, tomamos conciencia de su importancia para la vida y en particular del papel que el mundo vegetal cumple en la salvaguarda de estos, un mundo de una gran biodiversidad, regenerador de suelos, purificador del agua y del aire. Constatando cómo la humanidad desde las primeras culturas ha interactuado con él; procesado y utilizado los recursos que éste nos ofrece de diferentes formas y para diferentes usos. Unas prácticas que debemos ennoblecer acercándonos a las artes que dan testimonio de ello: la agricultura tradicional, la cestería, la carpintería, los telares, la fabricación de papel… tecnologías a las que debemos prestar mayor atención por su belleza y su naturaleza regenerativa, innovando con nuevos diseños y optimizando estos recursos con el conocimiento adquirido en el transcurrir del tiempo, acomodándonos a un uso racional y no depredador de estos.
En este escenario, juega esta propuesta estética, artística y agraria. El trabajo surge así de un análisis ecosocial y un compromiso agroecológico, en el que el encuentro con la tierra y el mundo vegetal es el punto de partida. Nuestras agroesculturas están realizadas fundamentalmente con calabazas de las denominadas de agua, vinateras, de peregrino… (Cucúrbita Lagenaria siceraria). Siendo estás las elegidas para nuestra práctica artística en un ejercicio de recuperación memorística de sus usos ancestrales regados por los cinco continentes, por las oportunidades que nos brindan sus excepcionales características y nuestro propio gusto, un encuentro entre el arte, la naturaleza y la vida.
Es la Cucúrbita Lagenaria siceraria una planta de reproducción anual que nos asegura un abastecimiento autónomo, ajeno a la industria automatizada, producido en la cercanía. Su diversidad de variedades producen frutos con diversas formas, tamaños y consistencia, que nos permiten una vez procesados, aprovecharlos como recipientes, menaje para el hogar, instrumentos musicales, objetos decorativos… Frutos que esta planta nos ofrece como resultado de un acto natural y colaborativo de sus flores con los insectos que las polinizan, del que nos hacemos partícipes.
Se siembran unas semillas, se cultivan y se riegan, observando y cuidando su crecimiento. Entretanto van apareciendo sus frutos, como mágicos regalos con los que empezar a interactuar y que tras un proceso de maduración, secado y curación en el que se momifican, adquieren tras unos dos años desde su plantación sus condiciones óptimas para ser procesados. Jugamos con ellos, seccionando y ensamblando sus cuerpos, manteniendo un diálogo inspirado por sus formas, sus volúmenes y el espacio, creando nuevas texturas en su piel. Las ideas que nos van surgiendo, se desarrollan y crecen, materializándose con una música y coreografía propia e improvisada en cada pieza.
Como resultado final, cada objeto creado queda aislado, dotado de un significado propio para que también al contemplarlo con otra mirada, interrogue, transmita alguna emoción, deje un poso poético, toque el corazón, roce la piel, converse con quienes lo contemplen en su destino.
Es este también un trabajo un tanto místico, de curación personal frente al envenenamiento que produce el sistema. Medicina que como música y poesía nos va susurrando al oído la labor realizada, llegando en este trance a reconocernos como uno más de los elementos que nos han acompañado durante el tiempo invertido en la creación de nuestras obras; tierra, agua, aire y fuego. Conscientes de que nuestra existencia como la de la planta que nos ha regalado sus frutos, también es efímera, un verso suelto suspendido en el aire, que se cuestiona y persigue libre antes de desvanecerse, parte y metáfora de esta naturaleza biodiversa. Cultivàndonos y cultivando nuestras obras como una extensión de ésta. Haciéndonos eco de esa llamada de atención que nos señala la ciencia frente al cambio climático, desde un compromiso ético y estético, en un llamamiento a la necesaria cooperación con la naturaleza para desarrollar nuestra existencia.
«Los cesteros hastiados de los plásticos traen urdimbres en cuerpo de cestas y serillos. Reclaman sus usos hoy, hasta que se agoten y entonces harán más. Saben que sus fibras se pueden cultivar y llegada su caducidad por el desgaste, vuelven a la tierra abonando la misma como vegetales que son. Apuestan por que los ciudadanos hagan buen provecho de cestos y capazos, tan prácticos como cualquier bolsa y mucho más bellos: ¡Dónde va usted a comparar!»
«¿Por qué vuelven los artesanos?».
HerbarioSonoro de Raúl de Tapia que es Raúl Alcanduerca para El Bosque Habitado.
Calabazas de agua.
Es la Cucúrbita lagenaria siceraria una planta de producción anual. Se siembran unas semillas, se cultivan y riegan, entretanto van apareciendo sus frutos, que tras un proceso de maduración, secado y curación en el que se momifican, adquieren tras unos dos años desde su plantación sus condiciones óptimas para ser procesados.
Ecovivero artístico.
Reflexionar, idear, cultivar, reciclar, construir de forma autónoma, colaborativa, creativa y solidaria. Un jardín de pensamientos surgidos de la tierra y curtidos por el tiempo.